jueves, 18 de marzo de 2010

En la muerte del sindicalista Francisco Muñoz Bermúdez.

ANTONIO PÉREZ GIRÓN
Europasur

EL 3 de abril de 1982 el presidente del Gobierno Calvo Sotelo visitaba San Roque. No lo hacía como primer ministro sino como líder y candidato de la Unión de Centro Democrático, pues tras la dimisión de Adolfo Suárez y la intentona golpista de febrero del año anterior, se vivía una campaña electoral permanente. Cuatro sindicalistas sanroqueños Francisco Muñoz Bermúdez, Juan Antonio Ruiz Sanjuán, José Luis Galán Sierra y el que escribe estas líneas, aprovechábamos la maniobra del autobús que desplazaba al presidente y su séquito, en su intento de salir del mirador de Los Cañones y la Plaza de la Iglesia, para acercarnos lo máximo posible y mostrar una pancarta denunciando el paro en la comarca y las promesas incumplidas del Gobierno. Recordaba este hecho tras recibir la noticia de la muerte de Paco Muñoz.

Junto a José Luis Galán recordé las jornadas recorridas por distintos pueblos del Cádiz interior, organizando comités locales del sindicato y promoviendo elecciones en las empresas. Conociendo a verdaderos luchadores, algunos represaliados por su actividad sindical. Paco era un emigrante retornado y se había forjado en la dura huelga de Acerinox de febrero de 1977, que se prolongó durante 93 días.

En aquellos años no sólo se realizó una importante lucha en relación a los derechos de los trabajadores. A pesar de la precariedad -y muy lejos del sindicalismo que Paco Muñoz había vivido en Suiza y del que tanto nos hablaba- se facilitaba ayuda económica o se pagaba el alojamiento a necesitados que transitaban por el municipio. Incluso recuerdo haber repartido juguetes la noche de Reyes a familias sin recursos. Y todo gracias a la aportación de los propios trabajadores, desde un sentido amplio de la solidaridad.

Su militancia política siempre estuvo en un segundo plano y jamás aspiró a puesto alguno. Creo que no se ha valorado suficientemente el papel de los sindicalistas en los últimos años del franquismo y la Transición democrática. Gentes sin más aspiraciones que realizar sus ideales de lucha, que, en aquellos tiempos, no tenía más compensación que la satisfacción que ello comportaba.

La última vez que hablé con Paco fue poco antes de conocerse su enfermedad -luego prefirió vivir en el seno familiar, siempre junto a su esposa Mari Paz la triste realidad que le había tocado vivir-, y la conversación más que transcurrir por el recuerdo fue por el paisaje actual. De la ausencia de ideología y de compromiso, de las desmotivaciones sociales, de la profesionalización de la política. En definitiva, del desencanto de muchos, sobre todo de quienes alguna vez creímos que los sueños eran alcanzables a través de los actos. Quedará, sin embargo, la memoria de quienes como Paco Muñoz, dedicaron buena parte de su vida a hacer una sociedad más igualitaria. Descanse en paz.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La doctrina Garzón.

FRANCISCO BALAGUER CALLEJÓN

Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada

La admisión a trámite de una nueva querella contra Garzón basada en la intervención de las comunicaciones entre los detenidos por el caso Gürtel y sus letrados marca un nuevo hito en la doctrina que el Tribunal Supremo está sentando en relación con el ejercicio de la actividad jurisdiccional. Esa doctrina, que bien podría denominarse doctrina Garzón, parece basarse en la siguiente premisa: todo lo que un juez realiza en el ejercicio normal de su actividad jurisdiccional es susceptible de dar lugar a querellas por prevaricación que deberán ser admitidas a trámite (sin perjuicio de la decisión que sobre el fondo recaiga) por si acaso.
La doctrina se manifiesta siempre en términos negativos, como ya lo hiciera el Tribunal Supremo en relación con la querella interpuesta por la investigación de las fosas. Así, en este nuevo auto, se dice literalmente que “no existen razones suficientes, en este trámite procesal, para excluir con toda certeza la hipótesis de la existencia de los delitos mencionados”; o que no se trata ahora de determinar si los hechos constituyen infracción penal sino tan sólo de “si dicha probabilidad no aparece como completamente rechazable”; o que, sin que se puedan desdeñar los argumentos de la fiscalía contrarios a la admisión a trámite de la querella, tampoco los expuestos en esta permiten afirmar, desde ya, “la imposibilidad plena de una calificación penalmente típica de los hechos en que se apoya”.
Como se puede ver, la doctrina Garzón, que tan trabajosamente está construyendo el Tribunal Supremo, es, en realidad, una doctrina del por si acaso. Como tal, resulta absolutamente contradictoria en sí misma porque, con su formulación cautelosa, está avalando plenamente en el fondo la legalidad de la actuación jurisdiccional del juez. En efecto, el juez Garzón no hizo otra cosa que lo que viene a justificar el Tribunal Supremo: puesto que tenía que investigar determinados delitos y no podía descartar que en las comunicaciones entre letrados y detenidos se estuvieran cometiendo actividades delictivas que nada tenían que ver con el ejercicio del derecho a la defensa, autorizó la intervención de esas comunicaciones.
Ahora bien, lo sorprendente de esta doctrina no es la contradicción interna que contiene, sino los resultados a los que su aplicación puede conducir. Si la seguimos en sus estrictos términos, habrá que plantearse qué pasará en el futuro si se presentan querellas contra los propios magistrados del Tribunal Supremo basadas en una argumentación tan débil como la que contiene la querella admitida a trámite contra Garzón. Debemos recordar que las intervenciones autorizadas por Garzón no sólo han sido avaladas por el Ministerio Fiscal (que acaba de interponer, además, un muy fundamentado recurso de súplica), sino también por otras instancias judiciales que están investigando actualmente el caso Gürtel. A pesar de ello, el Tribunal Supremo ha entendido que la querella no contiene hipótesis incriminatorias “absurdas y carentes de sentido” que deban conducir a su inadmisión. ¿Se aplicarían a ellos mismos esa doctrina los magistrados del Tribunal Supremo?

lunes, 1 de marzo de 2010

Poemas de ron y de luz.


En realidad esos atardeceres con ron y luz dorada y poemas duros o melancólicos y cartas a los amigos lejanos, me hacían ganar seguridad en mí mismo. Si tienes ideas propias -aunque sólo sean unas pocas ideas propias- tienes que comprender que encontrarás continuamente malas caras, gente que tratará de irte a la contra, de disminuirte, de "hacerte comprender" que no dices nada, o que debes eludir a aquel tipo porque es un loco, o un maricón, o un gusano, un vago, el otro será pajero y mirahuecos, el otro es ladrón, el otro santero, espiritista, mariguanero, la otra es chusma, indecente, puta, tortillera, maleducada. Ellos reducen el mundo a unas pocas personas híbridas, monótonas, aburridas y "perfectas". Y así quieren convertirte en un excluyente y un mierda. Te meten de cabeza en su secta particular para ignorar y suprimir a todos los demás. Y te dicen:

"La vida es así, señor mío, un proceso de selección y rechazo. Nosotros tenemos la verdad. El resto que se joda." Y si se pasan treinta y cinco años martillándote eso en el cerebro, después que estás aislado te crees el mejor y te empobreces mucho porque pierdes algo hermoso de la vida que es disfrutar la diversidad, aceptar que no todos somos iguales y que si así fuera, esto sería muy aburrido.



PEDRO JUAN GUTIÉRREZ (1998): Anclado en tierra de nadie, Anagrama, Barcelona.