sábado, 14 de febrero de 2009

La mansedumbre de los espejos.

En los poemas de César Aldana (San Roque, 1973) se pueden rastrear las voces de T.S. Elliot, Jorge Guillén, César Vallejo o Rafael Pérez Estrada, pero lo cierto es que sobre todas prevalece el farallón solitario y puro de su voz. En la autenticidad de este colega mío, han encontrado mis poemas críticas muy fértiles.



Ya no escribe, o eso dice, pero a veces se le puede ver con una cámara fotográfica en bandolera.



Extraigo de su poemario La Mansedumbre de los Espejos el poema Derelicts.







(Fotografía de Memetubi, en la que yo salgo de modelo)



D E R E L I C T S



En mitad de la luna roja
observo qué dan de sí
mis últimas nostalgias.
Me hablabas del suicidio
como una madre a su primogénito
sobre la brevedad de la vida.
(Te vas, siempre es así...)
Los versos que muestran
la mansedumbre de los espejos,
esa maquinaria incorregible de incapacitados,
aquella necesidad abstracta de sentir amantes,
me han convertido en una vana
reminiscencia agria de excrementos.
Ha pasado un sinfín de siglos y
su cuerpo angelical corrompe toda fe,
alcoholiza las lágrimas del ciego estallido
y hace alucinógeno el amor que sentía por ti.
Veo al Hombre estafermo, lengüicorto,
como una mosca orozuz aplastada
por la anuencia del decrepitar
insoluble de un puño,
agónico en el cristal
y yo, inconsciente, bebiendo
todavía de tu copa envenenada.


CÉSAR ALDANA, La Mansedumbre de los Espejos. FMC Luis Ortega Bru, Colección Abalorios, 2002.

domingo, 8 de febrero de 2009

Conciencia de clase.

Ismael Cabezas (La Línea, 1969), que camina por los arrabales de la memoria siempre, es un poeta dado al alcohol. Sus poemas desprenden el mismo olor que los barrios marginales de todas las ciudades del mundo, y es su voz un cántico, un himno de los parias compuesto por el paria mismo.

Además de darse al amor, se echó al monte un día. Tengo la suerte de que sea amigo mío. Lo conocí hace algún tiempo, en uno de los actos del Aula de Literatura José Cadalso.

A su último libro, Paisaje para un ciego, pertenece el poema que transcribo. Recientemente ha aparecido en Las afinidades electivas una reseña biográfica y algunos poemas suyos.

Lo dicho: Ismael Cabezas. Conciencia de clase. Un excluido.



C O N C I E N C I A D E C L A S E


Cuando se trata de la forma lingüística,

Platón camina junto al porquero de Macedonia,

y Confucio con los salvajes cazadores de cabezas de Assam.


EDWARD SAPIR



Para Jorge Riechman.




Cuando acudí a una cita

con el catedrático de Semiótica

de una prestigiosa universidad,

preferí permanecer charlando

y fumar un cigarrillo

con la limpiadora del departamento

olvidando la exégesis de mis poemas,

cualquiera de las editoriales de moda

publica una novedosa antología

de nuevas voces poéticas,

subrayé los versos de un repartidor

de pizzas que hablaba de la temperatura

del asfalto a las dos de la tarde

y las lágrimas que había vertido

a solas en el destartalado almacén,

suelo conversar con el camarero

de un bar de mi barrio

cuya camisa blanca huele a fritura

de pescado y necesita un corte de pelo,

tiendo a aconsejar los materiales

más resistentes y de mejor precio

a ancianos que lucharon por la República

y suelen tener un bolígrafo y unas recetas

de color rojo asomando por el bolsillo

de camisas viejas y pasadas de moda,

delantales manchados de sangre

cuando aún es de noche

y el frío saja la piel del rostro,

primeras voces de la mañana,

sin duda, sé donde están los míos.



ISMAEL CABEZAS, Paisaje para un ciego. FMC Luis Ortega Bru, Colección Abalorios, 2008.